miércoles, 8 de julio de 2009

3msc

-¿Sí?
-Hola
Permanece por un momento en silencio sin saber qué decir, dejando que su corazón corra desatado. Hacía ya más de dos meses que no latía así. Luego viene la pregunta banal:
-¿Cómo estás?
Le siguen muchas más, llenas de entusiasmo. Poco a poco, lo va perdiendo, al oír sus palabras inútiles, llenas de noticias urbanas, de novedades de interés ya caduco, al menos para él. ¿Por qué habrá llamado? Escucha aquella vana cháchara sin dejar de hacerse ni por un momento la misma pregunta. ¿Por qué habrá llamado? Se entera de golpe.
-… Estoy saliendo con otro.
Enmudece, sintiéndose golpeado como no lo ha sido nunca. Entonces, haciendo un esfuerzo, busca su vos, la encuentra allí, en el fondo de su corazón, y la obliga a salir, a controlarse.
-Espero que seas feliz.
Después, nada más, el silencio. Aquel teléfono mudo. No puede ser. Es una pesadilla. Desearía poder dar marcha atrás en el tiempo y detenerse en vilo en aquel momento, justo antes de saberlo, y ahí dejar de vivir, de ir hacia delante. En un mágico y terrible equilibrio. Solo en la cama, víctima de sus pensamientos, de hipótesis, de ideas vagas e imprecisas. Caras de personas apenas vislumbradas, posibles amantes, aparecen y entremezclan prestándose unas a otras narices, ojos, bocas, cuerpos. Se la imagina en brazos de otro. Su cara junto a la de aquel hombre imaginario pero que, desgraciadamente, existe. Entonces la ve sonreír. Cómo habrá sido su primer abrazo, su primer beso. La imagina en casa arreglándose nerviosa antes de salir, probándose vestidos, combinando colores, llena de entusiasmo, de novedad. Oye su corazón latir al oír el telefonillo. La ve salir guapísima del portal, tan guapa como lo estuve muchas de las veces que salió con él, aún más ahora que lo ha dejado. La ve subir en un coche que, con toda seguridad, será caro, saludar a un tipo divertida con un beso en la mejilla y alejarse charlando con él. Frescos y chispeantes, rebosantes de cosas fáciles que decirse, saboreando el perfume del otro y las fantasías comunes. Después, una cena de miradas y atenciones, de sonrisas educación, una cena con el escenario adecuado. Más tarde, la ve pasear por algún otro lugar de la cuidad, lejos de él, de su vida, de la infinidad de recuerdos. La ve apartarse el pelo como hacía siempre cuando salían juntos, solo que ahora lo hace para otro, la ve sonreír y, lentamente, ve también cómo sus labios se acercan. Entonces sufre como nunca antes lo había hecho. ¿Por qué si hay un Dios, lo ha permitido? ¿Por qué no la ha detenido? ¿Por qué no la ha hecho ver en ese momento algo mío, algo espléndido, el más hermoso de los recuerdos, todo el amor que hemos compartido? Lo que fuera con tal de impedir que cobrara vida un extraño futuro, que aquel beso viera la luz. Demasiado tarde.

El coche pasa veloz por delante de él. Pero no lo suficiente como para impedir que sus miradas se crucen. En ese fugaz instante que los une de nuevo, se lo cuentan todo, sufren juntos por una infinidad de cosas. Ella está detrás de aquella ventanilla eléctrica. Se persiguen todavía un último momento con sus viejos recuerdos, con una nueva tristeza. Luego desaparece en el interior de la urbanización. ¿Por qué? ¿A dónde han ido a parar todas aquellas tardes, aquellas noches que pasaron juntos aprovechando que sus padres habían salido? Ahora ella sale con ese. ¿Quién coño es? ¿Qué tiene que ver con su vida? ¿Con nuestra vida? ¿Por qué?

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