Nuestro mayor miedo no es que no encajemos, nuestro mayor miedo es que tenemos una fuerza desmesurada.
Es nuestra luz y no nuestra oscuridad lo que más nos asusta. Empequeñecerse no ayuda al mundo, no hay nada inteligente en encogerse para que otros no se sientan inseguros a tu alrededor.
Todos deberíamos brillar como hacen los niños. No es cosa de unos pocos sino de todos, y al dejar brillar nuestra luz damos permiso a otros para hacer lo mismo. Al liberar nuestro propio miedo, nuestra presencia libera automáticamente a otros.
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