miércoles, 27 de junio de 2012

Mi palabra, mi libertad.

La fidelidad es un valor reconocido por casi todos. Pero su significado puede variar. Particularmente hay una diferencia entre lo que llamaría la fidelidad resultante y la fidelidad decidida. La primera resulta del buen funcionamiento de la pareja, de las gratificaciones que cada uno consiga de la relación. La segunda es objeto del querer. No es únicamente el efecto de estar bien con mi pareja, sino de querer estar bien con ella. Se inscribe en el horizonte de una promesa, y se realiza como cumplimiento de una palabra.

La palabra da forma a nuestros afectos, tan frecuentemente anárquicos e incoherentes.

Tomando la forma de promesa, la palabra introduce un principio de coherencia. Unifica nuestra existencia. En momentos claves de nuestra vida pronunciamos una palabra y luego la mantenemos. Es así como nos construimos. Es así como llegamos a ser fiables.

En la continuación de la historia de la pareja, la memoria de la palabra dada será un punto de referencia. En el momento de las tempestades habrá una diferencia entre tener como únicas pautas estados afectivos flotantes y tener como referencia la memoria de la palabra dada.

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